Murcia: Decenas de inmigrantes esperan el desalojo en viviendas ocupadas
Asentamientos ilegales
En Los Dolores (Murcia) las quejas son constantes por la suciedad y la existencia de menores en condiciones "lamentables" y en Patiño han vuelto a montar sus campamentos.
Mientras en La Azacaya bailan las morcillas de boca en boca, a menos de un kilómetro, entre higueras y limoneros, junto al río Segura, en el entorno del carril de Manolito, varias decenas de inmigrantes viven en condiciones infrahumanas a la espera de que un juez ordene el desalojo y derribo de las casas abandonadas en las que viven desde hace dos años.
Las quejas por la suciedad y el hedor en el entorno, la presencia de menores y el miedo a que la zona se convierta en un campamento permanente de 'sin techo' han llevado a la Junta Municipal a comunicar a la Brigada de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional y a la Policía Local la existencia de estos asentamientos ilegales. Según el pedáneo, Joaquín López, la orden de demolición y derribo de las viviendas ya está en tramitación. "Evidentemente que hemos recibido quejas, de hecho en marzo se aprobó una moción en el Pleno para pedir a la Policía Nacional y a la Delegación del Gobierno, que tienen las competencias en asuntos de inmigración, que intervenga pues las condiciones en que viven son lamentables".
Sin embargo, los propios inmigrantes se defienden y aseguran que decidieron entrar a vivir en estas casas porque no tenían dónde ir y porque de esta forma no tienen que pagar un alquiler. "Sólo recogemos chatarra, no bebemos ni somos ladrones. La Policía nos conoce y sabe que no robamos", indica a LA OPINIÓN Gogu, rumano, de 23 años, quien vive con 13 familiares más -hermanos y sobrinos- en una de las casas, que tendrá que ser demolida en las próximas semanas ante el inicio de las obras de la futura variante de Los Dolores, uno de los proyectos estrella del alcalde Cámara para mejorar las conexiones entre Murcia y las pedanías del Este.
"70 euros en mi país es mucho"
Unos 20 hombres, la mayoría jóvenes subsaharianos, de Senegal y Malí, y del Golfo de Guinea, se han refugiado en un caserío en ruinas. Uno de ellos, Sendor, de 32 años, lleva tres años en España: uno en Madrid y dos años en Murcia. Su hogar, camuflado entre las sogas donde tienden la ropa, es un antiguo taller de electricidad abandonado que hoy sirve de albergue y de improvisada cocina. "Trabajo en el campo, pero te llaman para cuatro días y así vamos", asegura el joven mientras otro de sus compañeros, descalzo, nos guía dónde viven las tres familias rumanas. "Por ese montón de chatarra que ves en el suelo no dan unos 70 euros, que en Rumanía es mucho dinero. Con lo que ganamos aquí en Murcia en dos o tres días tendríamos que trabajar en Rumanía por más de un mes", dice Vasile, de 38 años y padre de cinco hijos. "En mi país cuidaba de caballos en una finca, pero aquí está la vida más buena". Vasile y su sobrino Gogu salen todos los días a por chatarra y les da para comer. "Compramos pollo y cerdo y nos hemos acostumbrado a la cocina española -dicen, sin saber cuándo los desalojarán-, pero el pulpo no podemos comerlo".
Por ahora, no están agobiados por el desalojo ya que tienen previsto viajar a Jaén para la recogida de la aceituna y regresar a Murcia: "Si no está, buscaremos otra".
Por otro lado, el pedáneo de Patiño, Pedro Martínez Corbalán, confirmó a LA OPINIÓN la aparición de nuevos asentamientos ilegales en la pedanía después de que el Ayuntamiento desmontara los poblados de búlgaros antes del verano. Martínez indicó que no todos se han ido y que siguen viviendo ilegalmente en casas. Sin embargo, la concejala de Seguridad, Nuria Fuentes, señaló a esta redacción que no ha vuelto a recibir quejas por la ocupación de fincas particulares en Patiño, aunque apunta que en estos casos sólo se puede intervenir a instancias de las partes interesadas.
Decenas de inmigrantes esperan el desalojo en viviendas ocupadas