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¿Una red europea de ciudades rebeldes?

Las ciudades europeas lideran de nuevo el camino hacia la innovación y la renovación democrática, y son las dan respuestas ante los retos a los que nos enfrentamos en el continente.

Desde el final de la edad media las ciudades europeas han jugado un papel crucial como lugares de producción y de creación artesanal, artística y cultural, como nodos de unas redes comerciales extensas. Pero es también importante el papel que han llevado a cabo como lugares de liberación, tanto individual como colectiva, de las opresiones de los tiempos de la esclavitud.

Desde entonces, el desarrollo urbano ha acompañado los progresos históricos en ese continente. Al mismo tiempo, las ciudades son el escenario y el actor principal de cualquier proceso de transformación económica, cultural o societal.

En las últimas décadas, y a partir del final del modelo de producción fordista, nuevos elementos han transformado profundamente la naturaleza, el papel y la función de las ciudades europeas. Se trata de formas innovadoras de organización del trabajo - difusas, inmateriales e interconectadas - así como de la creciente financialización  de la economía que ha impulsado la especulación en suelo y en bienes inmuebles.

La combinación de estos procesos ha generado nuevas contradicciones, drásticos desequilibrios y cada vez mayores desigualdades. Además, esto se ha exacerbado en parte por la gestión de la crisis en los últimos ocho años y por las consecuencias de las políticas de austeridad.

No obstante, al mismo tiempo estas ciudades son el escenario de la resistencia y la innovación, a menudo en términos de rupturas espontáneas: el lugar donde las protestas sociales estallan y se despliega la cooperación mutua, es también donde surgen las movilizaciones callejeras y los procesos de creación cultural y de innovación productiva.

Hace poco, la misma Comisión Europea ha recalcado la destacada labor de las ciudades y las áreas metropolitanas, y ha puesto de manifiesto la necesidad de una coordinación más fuerte y el intercambio entre las mismas. Más del 70% de la población europea vive en zonas urbanas, donde también se concentra el 75% del consumo de energía y el 80% de las emisiones, situando estos núcleos en el corazón de la crisis medioambiental.

Estas reflexiones son incluso más importantes con respecto a la crisis de legitimidad de las instituciones de la UE y de sus estados miembro. Precisamente en este contexto crítico las ciudades pueden jugar un papel determinante - como se ha visto en momentos cruciales de transición a lo largo de la historia europea. Las ciudades podrían ser lugares de innovación radical política, espacios de reinvención democrática real. Y en este sentido podrían dar respuesta a los grandes retos a los que se enfrenta el mundo contemporáneo.

Nuevo municipalismo

Una larga tradición “municipalista” está esperando a ser redescubierta. Esta tradición parece revivir hoy en las experiencias de los nuevos gobiernos “de cambio”. Son conocidas como las “Plataformas ciudadanas” - plataformas cívicas que nacieron del movimiento del 15M, que llenó las plazas de la Península Ibérica en 2011, y que en las elecciones locales de mayo de 2015 ganaron escaños y algunas alcaldías en las ciudades españolas más importantes, empezando por la alcaldesa de Barcelona Ada Colau o Manuela Carmena en Madrid, seguidas de ciudades como Valencia, A Coruña y Zaragoza, entre otras.

En su primer año de legislatura, estas ciudades han introducido ya innovaciones importantes a nivel local. Se han centrado en la transparencia, y en devolver a los ciudadanos la participación directa en la toma de decisiones. Eligieron invertir más recursos en nuevas políticas de prestaciones sociales para así contrarrestar el empobrecimiento masivo generado por la crisis. Intervinieron en la planificación urbana, iniciando políticas de vivienda más favorables para aquellos residentes con bajos ingresos. Han instalado una serie de programas que apoyan un modelo económico más justo y socialmente inclusivo, cambiando de esta manera las normas de las concesiones y licencias locales. Tras la compulsiva ola de privatización de los últimos años, están intentando “re-municipalizar” los servicios públicos locales esenciales.

Incluso decidieron, haciendo frente a las políticas nacionales y europeas, dar la bienvenida a los refugiados. Y, a nivel nacional, están organizando una red de “ciudades por el cambio”.

Lo que está ocurriendo en la Península Ibérica es sólo la punta de la lanza, tanto desde un punto de vista simbólico, como desde una dimensión más material. Se trata de un “nuevo municipalismo” que está intentando reinventar las prácticas democráticas desde una dimensión local.

Pero es igualmente cierto que todo el mapa europeo está salpicado de casos de iniciativas embrionarias ya establecidas, que están probando nuevas posibilidades de relaciones entre los ciudadanos y las instituciones locales. Así, buscan respuestas creativas a los desafíos del desarrollo urbano y la convivencia social.

En este espíritu, hace seis meses Alternativas Europeas lanzó un primer mapa a escala europea con las “ciudades para el cambio”, es decir, aquellos casos donde la iniciativa desde las bases de la ciudadanía activa se encuentra con las experiencias innovadoras de los gobiernos locales. Los primeros resultados están mostrando un campo más grande de lo esperado. Tanto en el Norte como en el Sur. Tanto en el Este como en el Oeste.

Podemos mencionar algunos ejemplos: las ciudades de Birmingham y Bristol en el Reino Unido, la comarca de Turingia en Alemania, una metrópolis mediterránea como Nápoles y una ciudad al pie de los Alpes como Grenoble, muchos gobiernos municipales y dos regiones administrativas -Attica y las Islas Jónicas- en Grecia, y algunas ciudades polacas como Wadowice y Slupsk.

Algunos de los primeros resultados fueron presentados el 19 de mayo en Nápoles en un primer encuentro  con Barcelona en Comù , que actualmente está llevando a cabo una búsqueda de experiencias similares.

Pero no podemos pararnos en un reconocimiento fotográfico y simple, aunque necesario, de lo que está pasando. La experiencia del año pasado ha resaltado los límites y las contradicciones de estas realidades alternativas. La vida de cada territorio está condicionada por grandes intereses, entrecruzados con los flujos económicos y financieros que están fuera del alcance del control democrático local.

Las mismas relaciones entre la ciudadanía activa y los gobiernos locales a menudo resultan problemáticas. Y las restricciones legales e institucionales de alto nivel, tanto nacional como europeo, limitan seriamente el rango de acción, incluidas las administraciones municipales o regionales más innovadoras.

Para evitar que estos problemas puedan limitar algún cambio real, debemos entrecruzar dos calles paralelas. Primero, organizando un intercambio permanente entre estas experiencias locales innovadoras como campo de aprendizaje mutuo: la transferencia de conocimiento de proyectos únicos, o modelos de participación cívica que otras ciudades ya han experimentado anteriormente, puede ayudar a abordar y a resolver los desafíos y ayudar a adaptar y mejorar las prácticas que ya se llevan a cabo.

En segundo lugar, la construcción y el desarrollo a nivel europeo de redes entre las “ciudades para el cambio”, puede ser decisivo a la hora de incrementar el potencial de intervención y la presión política sobre los gobiernos nacionales y las instituciones europeas. Puede reafirmar un protagonismo real de las comunidades y los gobiernos locales en el proceso de toma de decisiones que les afectan.

Desde esta perspectiva, es necesaria una interacción entre los movimientos transnacionales y las diferentes iniciativas “por la democracia en Europa” (DiEM25, entre otras). Un claro ejemplo lo encontramos en el último encuentro de las Autoridades Locales contra el TTIP , que se celebró del 21-22 de abril en Barcelona, y que concluyó con una firme declaración dirigida a la Comisión Europea y firmada por cientos de alcaldes.

Alternativas Europeas está firmemente comprometida con estos objetivos. Porque compartimos las ideas de Lewis Mumford  sobre la equivalencia entre el destino de las ciudades y el destino de Europa, en el que las ciudades son los elementos constitutivos y originales. Y en estos tiempos turbulentos, una red de ciudades por el cambio podría traer la rebeldía necesaria para cambiar el destino de este continente.

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